Los cuatro elementos: su mística




«Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. – El mundo es eso–, reveló, – Un montón de gente, un mar de fueguitos.–

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

«El mundo» de Eduardo Galeano

Para la tierra

CARTA DEL INDIO SEATTLE AL PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS

«Así se acaba la vida y empezamos a sobrevivir» (título asignado por los transcriptores)

El gran jefe Seattle dice: «El gran jefe de Washington puede contar con nosotros sinceramente, como nuestros hermanos blancos pueden contar el regreso de las estaciones. Mis palabras son como las estrellas – no se pueden detener». ¿Cómo intentar comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? La idea nos resulta extraña. Ya que nosotros no poseemos la frescura del aire o el destello del agua. ¿Cómo pueden comprarnos esto?

Lo decidiremos a tiempo. Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi gente. Cada aguja brillante de pino, cada ribera arenosa, cada niebla en las maderas oscuras, cada claridad y zumbido del insecto es santo en la memoria y vivencias de mi gente. El Indio prefiere el agradable sonido del viento lanzado sobre la cara del estanque, olfatear el viento limpio por un mediodía de lluvia o esencia del pino.

El aire es algo muy preciado para el piel roja. Yo soy un salvaje, y no entiendo como el humo del caballo de hierro puede ser más importante que el búfalo, el que nosotros matábamos solamente para poder sobrevivir.

¿Qué es el hombre sin las bestias? Si todas las bestias se fueran el hombre moriría de una gran depresión de espíritu. Cualquier cosa que le pase a los animales le pasará también al hombre. Todos los seres están relacionados. Cualquier cosa que acontezca a la tierra acontecerá también a sus hijos. Sabemos una cosa que el hombre blanco puede alguna vez descubrir. Nuestro Dios es su mismo Dios. Ustedes piensan ahora que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra. Pero no puede ser. El es el Dios del hombre y su compasión es indistinta para el blanco y para el rojo.

La Tierra es algo muy preciado para El, y el detrimento de la Tierra , es una pila de desprecios para el Creador. A los blancos les puede pasar también, quizá pronto, lo que a nuestras tribus. Continúen contaminando su cama y se sofocarán una noche en su propio desierto. Cuando los búfalos sean exterminados, los caballos salvajes amansados, la esquina secreta de la floresta pisada con la esencia de muchos hombres y la vista rosada de las colinas sazonada de la charla de las esposas ¿donde estará la maleza? Se habrá ido ¿Donde estará el águila? Se habrá ido.

Decir adiós al volar… al cazar… la esencia de la vida empieza a extinguirse… Nosotros entenderíamos si supiéramos lo que el hombre blanco sueña ¿qué espera describir a sus hijos en las largas noches de invierno? ¿qué visiones arden dentro de sus pensamientos? ¿qué desean para el mañana?…

Pero nosotros somos salvajes. Los sueños del hombre blanco están ocultos para nosotros, y por ello caminaremos por nuestros propios caminos. Si llegamos a un acuerdo será para asegurar su conservación como lo han prometido. Allí quizá podamos vivir nuestros pocos días como deseamos. Cuando el último piel roja se desvanezca de la tierra y su memoria sea solamente una sombra de una nube atravesando la pradera, estas riberas y praderas estarán aun retenidas por los espíritus de mi gente, por el amor a esta tierra como los recién nacidos aman el sonido del corazón de sus padres. Si les vendemos nuestra tierra, ámenla como nosotros la hemos amado. Preocúpense de ella, como nosotros nos hemos preocupado. Mantengan la tierra como ahora la adquieren, con toda su fuerza, con todo su poder y con todo su corazón. Presérvenla para sus hijos, y ámenla como Dios nos ama a todos nosotros. Una cosa sabemos; su Dios es nuestro Dios. La tierra es preciosa para El. Ni el hombre blanco está exento de su destino.

El viento, esa desfachatada imagen de la libertad

Corren las hojas y se arremolinan, se montonan y quedan atrapadas bajo los cercos de las casas. Gira la veleta y los molinos giran. Vuelan los «panaderos» sin destino. Se sueltan de repente los globos de las plazas y suben, suben multicolores barriletes. Se hinchan las velas de los veleros. Cantan, los marineros cantan tristes cantos de amor a las sirenas. Una carta olvidada en un balcón se pierde volando entre las nubes buscando empecinada algún destino. Tu barco de papel logra la hazaña: navega hasta la esquina de tu casa atravesando rios de tormenta…

Todo tu entorno se halla en movimiento, de golpe el misterio se devela, EL VIENTO te despeina, roza tu cara, enfría tu nariz, vuela tu falda, cierra con fuerza la puerta de tu casa.

Para el agua

«Nada en el mundo es tan blando como el agua. La manera de ser del agua es infinitamente amplia e incalculablemente profunda; se extiende de manera indefinida y fluye a lo lejos sin límite. Las crecidas y menguas pasan sin cálculo. Arriba en el cielo se convierte en lluvia y rocío, abajo en la tierra se convierte en humedad y pantanos. Los seres no pueden vivir sin ella, ninguna obra puede ser llevada a cabo sin ella. Abarca toda la vida sin preferencias personales. Su humedad alcanza incluso a las cosas que se arrastran, y no busca recompensa. Su abundancia enriquece al mundo entero sin agotarse. Sus virtudes son dispensadas a los campesinos, sin ser desperdiciadas. No puede encontrarse ninguna finalidad en su acción. No puede captarse su sutileza. Golpéala, y no habrá daño; atraviésala, y no será herida; acuchíllala, y no habrá corte; quémala, y no habrá humo. Suave y fluida, no puede ser dispersada. Es suficientemente penetrante para taladrar el metal y la piedra, suficientemente fuerte para inundar el mundo entero. Tanto si hay exceso o carencia, permite al mundo tomar y dar. Se concede a todos los seres sin orden de preferencia; ni privada ni pública, tiene una continuidad con el cielo y la tierra.A esto se le llama la virtud suprema. La razón por la cual el agua puede encarnar esta virtud esencial es que es blanda y deslizante. Por ello, digo que lo más blando del mundo conduce a lo más duro del mundo; el no ser no entra en ninguna separación.»

Del «Wen – Tzu»– Lao Tsé.

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