Varias veces en mi vida me hice esta pregunta bastante obvia de si lo que estaba haciendo era de verdad lo que quería hacer. Me sentía como la que, en un casamiento, salta y atrapa el ramo que tira la novia, sin saber si realmente era tan buena suerte como decían.

Hace unos años, en mi habitual afán de búsqueda de algo que le hiciera sentido a mis interminables preguntas, me inundé de información en un laberinto de páginas web y libros de astrología sin llegar a ninguna respuesta.

Poco después encontré esta Escuela donde una persona real me contestó el teléfono y me invitó a probar una clase la semana siguiente. Fue como descubrir la punta del hilo mágico e ir desovillando ese gran carretel que hoy sé que no se extingue mientras lo siga girando. Desde el principio, el hilo me llevó a través de mi árbol–que no es un roble sino uno de esos que se mecen con el viento.

Partiendo de mi “semilla” pude ordenar y colocar cada experiencia, cada recuerdo, cada vínculo, los dulces y los amargos, en algún recoveco de mi hermoso árbol. Van cinco años de este camino de reflexión, inspiración y autoconocimiento.

Y lo más maravilloso es descubrirlo en esta etapa post 50 en que intento vivir las experiencias con cierta dosis de poesía, sabiendo que, como el hilo, los frutos de este lenguaje sagrado no se extinguen mientras los siga cosechando.

María Gentile

Estudiante del Módulo V