Reflexiones para Kirón, Plutón y Escorpio

El pharmakos, al igual que el propio Edipo, tiene una doble connotación: por una parte, se le ve un personaje lamentable, despreciable y hasta culpable; aparece condenado a todo tipo de chanzas, de insultos y, claro está, de violencias; se le rodea, por otra parte, de una veneración casi religiosa; desempaña el papel principal en una especie de culto. Esta dualidad refleja la metamorfosis de la que la víctima ritual, a continuación de la víctima originaria, debiera ser el instrumento; debe atraer sobre su cabeza toda la violencia maléfica para transformarla, mediante su muerte, en violencia benéfica, en paz y en fecundidad. Pharmacos significa veneno y antídoto en antiguo griego, es el mal y el remedio, y, finalmente, toda sustancia capaz de ejercer una acción muy favorable o muy desfavorable, según los casos, las circunstancias, las dosis utilizadas; el pharmakos es la droga mágica o farmacéutica ambigua, cuya manipulación deben dejar los hombres normales a los que gozan de conocimientos excepcionales y no muy naturales, sacerdotes, magos, chamanes, médicos, etc.» «La violencia y lo sagrado» de René Girard (Capitulo. IV, pag. 103 – Anagrama).

Apenas el hombre se organizó en comunidades y desarrolló una cierta religiosidad, fundamentalmente animista, recurrió a los sacrificios rituales, de animales y seres humanos, para calmar el terror que le inspiraban las fuerzas telúricas, incontrolables y devastadoras. Podemos mencionar, en apretada síntesis, el coliseo romano, las corridas de toros y las ejecuciones públicas. Con la muerte se produce la catarsis, consumación y luego la sublimación de los terrores individuales y colectivos, utilizando a los chivos expiatorios como medio y canal. Estas expresiones de sacrificios rituales manifiestan la dualidad expresada en su máxima intensidad: la muerte asegurando la continuidad de la vida. Vida y muerte, entrelazadas en una intrincada danza, como las de las serpientes del caduceo. Este símbolo es usado por la farmacopea actual, pero su origen se remonta al antiguo Egipto: era el símbolo de poder de Toth, luego llamado Hermes por los griegos y Mercurio por los romanos. Representa la unión de los opuestos en supremo equilibrio, y la mitología cuenta que permitía convertir en oro(*) todo lo que tocaba, a quien fuera digno de portarlo. Así como el pharmacos, este símbolo reúne lo violento con lo sublime, la salud y la enfermedad, la vida y la muerte, lo bestial con lo divino. Del mismo modo, Kirón representa la posibilidad concreta que tiene el hombre encarnado de reunir los opuestos, a través de su propio cuerpo y del sufrimiento que le ocasionan las enfermedades, tanta físicas como morales. Jesucristo, con su muerte y crucifixión, encarna al Pharmacos Sagrado, al Terapeuta Divino, que puede tomar sobre sí la sombra colectiva y purificarla por medio de su sacrificio. Es energía plutoniana y escorpiana en su más alta expresión. Reflexión: cuantos «caen» en esta situación de víctimas, de modo inconciente, y se inmolan sin consecuencias reparadoras, ni siquiera para sí mismos. Pero, al mismo tiempo, ¡cuánta energía obtienen de su entorno! que los retroalimenta al punto de no desear abandonar ese rol. Podemos observar el juego inconciente de víctimas y victimarios (Kirón), entrelazados en una cruel y devastadora danza, devorándose mutuamente con voracidad creciente.

El párrafo transcripto de René Girard me inspiró esta breve nota, que no tiene otra intención que abrir un espacio para la reflexión y la búsqueda en aquellos en quienes resuene. Todos tenemos la posibilidad de recorrer el camino de la autosanación (Kirón) de todos nuestros cuerpos, desde los más densos hasta los más sutiles. Pero este camino es similar al Vía Crucis de Jesucristo, en el sentido de que tropezaremos frecuentemente con nuestras partes más oscuras (Plutón, Escorpio, Casa VIII), negadas y proyectadas sobre el entorno, que vuelven con renovada fuerza sobre nosotros. Este trabajo requiere de honestidad, entereza, valentía y un propósito claro. De lo contrario, seguiremos alimentado la sombra colectiva y propiciando la búsqueda de chivos expiatorios que se hagan cargo de nuestras miserias. «Si no has muerto y vuelto a levantarte, extraño eres para la tierra oscura» Göethe.

El verdadero servicio pasa por convertirnos en individualidades completas (el Sí Mismo de Carl Jung), sin negar ni reprimir u ocultar; sólo así podremos brindar lo mejor de nosotros mismos y dejar una semilla fecunda.

Leonor Nietzschmann
Directora de Escuela de Astrología Zona Norte

(*) En Alquimia el oro es considerado como la expresión sublime de la materia espiritualizada

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