Vulcano, el divino orfebre

Como aún no ha sido descubierto por el hombre, para poder aproximarme a Vulcano y desarrollar esta nota he investigado en dos grandes fuentes: la mitología y el sistema de Astrología Esotérica de Alice Bayley. La mitología, llamada por madame Blavatsky el lenguaje velado del alma, nos brinda un aporte inestimable para enriquecer la comprensión de los arquetipos que operan en nuestro inconsciente personal y en el colectivo. Otras fuentes, entre los que puedo mencionar textos del mitógrafo Robert Graves, del filósofo Rudolf Steiner y de la psicoanalista junguiana Pinkola Estés, me han facilitado otros ángulos para aventurarme en este vasto y desconocido tema.

Hefesto es el nombre griego del dios Vulcano, guardián de los volcanes y protector de herreros y orfebres de la mitología romana. Es importante conocer las relaciones entre ambas cosmogénesis, porque a pesar de que los planetas han sido nombrados siguiendo la nomenclatura romana, creo que la mitología griega es aún más rica en detalles y contenidos que aquella. En el sistema esotérico antes mencionado, se utilizan dos regentes planetarios para cada signo, el exotérico (ej: Marte, regente de Aries) y el esotérico (ej: Urano, regente de Libra). En todas las circunstancias cuando consideremos un nivel exotérico estaremos refiriéndonos a características obvias, fácilmente deducibles y más o menos fáciles de expresar; en este caso tendremos que tener presente que estaremos circunvalando sólo la periferia del conocimiento. El nivel esotérico siempre exige la profundización y sutilización del conocimiento que, además debe, de modo ineludible, ser alimentado por distintas vertientes, requiriendo también de un cierto grado de valentía para animarse a recorrer espacios aún no explorados. Incluso será necesario aprender a soportar una «dosis» de misterio, porque lo esotérico siempre alude a lo desconocido, a Lo que debe ser descubierto y revelado. Cuando el movimiento se ha completado, cuando se ha de–velado la esencia, el conocimiento emerge en forma de signos y se convierte en accesible para toda la humanidad. Mientras tanto permanece oculto (ocultismo es un sinónimo de esoterismo) en forma de símbolos, imágenes, relatos míticos y cuentos de hadas.

En el sistema de Alice Bayley a Vulcano se lo considera el regente esotérico de Tauro, signo que, mientras tanto, permanece tegido exotéricamente por Venus. Algunos astrólogos aventuramos la hipótesis de que su descubrimiento significará el desplazamiento de Venus también de la regencia exotérica, quedando su regencia circunscripta a Libra, y que a Vulcano le corresponderá la doble regencia de Tauro, exoy esotérica, del mismo modo que al Sol y Saturno les cabe la doble regencia de Leo y Capricornio respectivamente. Al no haber sido avistado en el cielo, los astrólogos aún desconocemos su posición, ciclo y características morfológicas y orbitales; también carecemos de la percepción de su energía, pero, como siempre, podemos acudir a los mitos, para acercarnos, aunque sea tentativamente, a la descripción de su arquetipo y de su modus operandi. Cuenta la mitología griega que Hefesto, hijo de Zeus y Hera, es arrojado del Olimpo por su madre apenas nace. Esta, avergonzada por su fealdad y debilidad, lo deja caer al mar, de donde es rescatado por Tetis (diosa) y Eurínome (ninfa), quienes lo cobijan en una gruta subterránea. Allí Hefesto instala su primera fragua, y les retribuye sus cuidados fabricándoles toda clase de objetos, útiles y/o preciosos *. Luego de nueve años, Hera se encuentra con Tetis, y deslumbrada por un broche bellísimo que ella lleva, le pregunta su origen. Aunque Tetis se muestra reticente, Hera consigue sonsacarle la verdad. Ni lerda ni perezosa, corre presurosa a buscar a su hijo, haciéndolo regresar al Olimpo, donde le instala una herrería aún mejor que la que tenía en la tierra, y además arregla su casamiento con Afrodita (los mitos suelen tener varias versiones diferentes). Pero aún no habían concluido las desventuras de Hefesto ya que es arrojado por segunda vez por Zeus, su padre, quien de este modo castiga su impertinencia, cuando aquel se atreve a reprocharle haber colgado a su madre de las muñecas. Esta vez cae en la tierra, quebrándose ambas piernas. No muere porque es un inmortal, pero queda cojo para siempre, y para poder desplazarse fabrica unas muletas de oro sobre las que se sostiene. Soporta estoica y calladamente el desprecio de su madre y el brutal castigo de su padre, replegándose en su interior caverna (1), donde busca y encuentra, en una labor silenciosa y solitaria, metales y piedras preciosas con los que trabaja incansablemente. Allí, en el interior de la tierra, en el reino de Plutón, arma su fragua y enciende su fuego, análogo al atanor alquímico de la transformación, donde el dolor transmuta en templanza, el resentimiento en demiurgia, y la rabia en aceptación. Obsequia todas las piezas tan exquisitamente elaboradas y sólo conserva para sí las muletas de oro, con las que compensa su invalidez. Sucede que es indispensable, en este azaroso viaje hacia el centro del Sí Mismo, destruir las plúmbeas estructuras – pautas heredadas, soportando la dolorosa fractura que esto ocasiona, para luego construir las propias de oro.

Saturno, el Señor de las Estructuras y el Tiempo, rige el plomo, los huesos y el código genético. El oro es el metal alquímico por excelencia; indica con claridad que ha concluido exitosamente una etapa más o menos ardua, y que por lo tanto se ha obtenido un trozo más del lapis o piedra filosofal, el cual permanecerá inalterable a través de los tiempos.

Hefesto está dedicado completamente a crear las formas más bellas, modelando los metales con la fragua y el martillo, el yunque y el cincel. Dotado del sentido de la belleza y de la justa proporción, combina el talento con la paciencia (virtud taurina) y la disciplina (cualidad saturnina), hasta que logra plasmar en la dura y resistente materia lo que su mente y corazón han diseñado previamente. Pero su principal herramienta son las manos, consideradas y apreciadas como instrumentos perfectos, ya que con ellas el hombre plasma lo que su corazón concibe y percibe. En su laboriosidad este magnífico artífice reúne dos características decididamente opuestas e inevitablemente complementarias: femenino y masculino. Más allá de las definiciones clásicas de femenino, ligadas a la receptividad y sensibilidad, este atributo ha estado relacionado siempre con la inspiración, el arte (las musas), la exaltación de la belleza, el adornarse y adornar para embellecerse – tanto hombres como mujeres – el goce y la sensualidad. Astrológicamente Venus, regente de Tauro, está relacionada con el arte y las musas. Arte viene del latín ars, que significa adaptar, disponer, acomodar, todas cualidades exquisitamente femeninas.

Venus en Tauro también expresa la belleza «natural» de la tierra, sus fragantes y dulces dones. Posiblemente Vulcano, como su regente esotérico, esté indicando el pasaje del deleite sensorial hacia el trabajo laborioso y constante, convirtiéndose así el hombre en un co–creador, capaz de modificar a la naturaleza pero sin dañarla, sino simplemente extrayendo y elaborando sus tesoros vírgenes, que de lo contrario permanecerían enterrados y ocultos a su mirada. Hefesto es un artista, Venus no: ella es una fuente de goce e inspiración El artista debe disponer de un alto Saturno para poder plasmar. Así Tauro se convierte, claramente, en el primer escalón hacia Capricornio, la realización. En Tauro conviven armoniosamente lo grotesco, Hefesto, y el refinamiento, Venus, generando belleza y magia. Pero Tauro también es el signo de la concupiscencia, el apego y la posesividad.

¿Cómo hemos llegado a la pornografía? ¿A la exaltación vana de los sentidos? ¿A la humillación del cuerpo humano? Hemos corrompido su belleza en un vano intento de capturar el placer. ¿Dónde perdimos nuestro camino, convirtiendo al dinero en un fin, cuando sólo es un medio?

Hay un relato mítico que ilustra las consecuencias del apetito voraz, y es el de Teseo, quien, castigado por Plutón, queda pegado a una silla de oro por pretender raptar a Perséfone en el Hades. Con el afán de rescatarlo Hércules tira de él y, si bien logra liberarlo, quedan pegados jirones de carne en la traicionera silla (se dice que por eso los griegos tienen las nalgas chatas). En casi todos los relatos, míticos o religiosos, siempre la codicia, el deseo y la posesividad han sido castigados duramente. Para completar esta visión transcribimos a continuación el relato de Pandora. Nombrada como la más hermosa mujer jamás concebida, es modelada por Hefesto a pedido de Zeus, antes de que éste lo arrojara al vacío. Los dioses la adornaron con toda clase de joyas para tentar aún más a los hombres; pero ella también porta la famosa caja donde Prometeo había encerrado, con mucho esfuerzo, a todos los males: vejez, fatiga, enfermedad, demencia, vicio y pasión. Todos sabemos que en fondo quedó la esperanza, que es lo único que impidió que la humanidad cometiera suicidio en masa.

Analicemos ahora los aspectos femeninos y masculinos de nuestro arquetipo. Hefesto es un dios que muestra características decididamente femeninas ¡y taurinas!, que se relacionan con la tolerancia, la paciencia y hasta la aceptación, sin respuestas violentas, de injurias y humillaciones, que él logra trasmutar y sublimar a través de la delicada joyería de sus piezas tan cuidadosamente elaboradas. También observamos que cuando Hefesto decide vengarse lo hace en un estilo decididamente femenino, ya que urde una compleja trama, como la red de resistentes hilos de oro, con la que atrapa a su esposa y a su amante, Ares, «in fraganti».

Respecto a lo masculino, más allá de lo obvio de su sexualidad, tengamos presente que Vulcano es el dios de los herreros, por lo tanto rige las fraguas, de las que hablaremos a continuación. Pero previamente mencionemos que Hades – Plutón no pone ninguna traba para su sobrino use el fuego sagrado de las entrañas de la tierra, sus dominios. Observamos que Vulcano y Plutón están íntimamente relacionados: ambos se han retirado del mundo visible de los habitantes de la superficie; ellos comparten el reino «oscuro» y también su modo de manifestarse sobre la humanidad: los volcanes han recibido su nombre de Vulcano, aunque las erupciones son consideradas plutonianas. Las guerras son abiertamente marcianas pero secretamente plutonianas, y las armas siempre estuvieron relacionadas con la fragua. La herrería estuvo considerada como un arte alquímico por excelencia (igual que la elaboración de vidrio). De hecho, los alquimistas debían, por necesidad, aprender a «fraguar» los elementos que necesitaban en su labor. Etimológicamente fragua proviene del latín ustrina, que viene de uro, que significa quemar; y usta es el color de oro que se acerca al rojo porque ha sido cocido al fuego. En la antigüedad el héroe debía ser capaz de fabricar sus propias armas; debía lograr un arma que no se le quebrara en las manos, significando que su tarea era forjar su propio destino. En mitología la virtud del arma forjada por el héroe, y otorgada a él por los dioses, es una parte de él mismo y un signo de su mágico vigor. Tanto el arco de Ulises, el escudo de Perseo, o el arco y flechas que Apolo entregara a Hércules son indicadores de que, si bien la batalla debe librarla el hombre, la inspiración y los medios son divinos. Volviendo a considerar las manos, podemos apreciar que estas finas y precisas herramientas aúnan atributos tanto masculinos como femeninos: son capaces de dirigir con eficacia el escalpelo, o facetar un diamante sin quebrarlo; con ellas el amante acaricia y es acariciado, pero también pueden empuñar la espada y asestar el golpe brutal que acabará con el enemigo o cortará al nudo gordiano.

Por último, la Calcinatio, uno de los procesos alquímico por medio del cual el alma es sometida al suplicio del fuego, –»El Padre bautiza con fuego»– está estrechamente vinculada a Plutón y al Hades o Infierno, su morada, y también a Vulcano, el Herrero divino. En relación a la fragua de Vulcano y la herrería quisiera citar al famoso arquitecto catalán Anton Gaudí, quien utilizó la forja con un talento increíble, realizando con hierro maravillosos encajes, bucles y arabescos con los que ornamentaba sus obras. También diseñó y elaboró cerámicas de una belleza indescriptible, e incluso aprovechaba los trozos rotos, combinándolos en fantásticos frisos e imágenes. Sus cúpulas se alzan convirtiéndose en agujas que tocan el cielo; sus edificios son joyas incrustadas de luz y en ellos la piedra se desenvuelve en redondeces y volutas.

Por todo lo expuesto, resulta evidente que Vulcano reúne al par polar femenino – masculino; tanto la belleza ligada al arquetipo Venus, como el vigor del guerrero relacionado al arquetipo Marte. «El primer grado de la vida del héroe es aprender el arte de la lucha: es el grado en que lucha con los demás hombres. Pero existe un grado más elevado, un lugar más vasto que conquistar, y en él ni siquiera basta la conjunción de fuerza y de inteligencia: la región donde se encuentra, y se enfrentan, los hombres y los dioses. Para acceder a ese reino el héroe, si está solo, si cuenta únicamente con sus propias fuerzas, es impotente. Necesita la ayuda de una mujer». (2) Estos dos dioses – arquetipos, Marte y Venus, operan como una dualidad, que hasta ahora escinde el alma del hombre, aunque éste desespere agónicamente en vanos intentos de unirlos. La belleza sin valor se convierte en vana superficialidad; y el coraje separado de la belleza rápidamente vira hacia la brutalidad y hacia la guerra sin fin.

Indaguemos ahora acerca de lo femenino cuando está escindido de su opuesto complementario, Marte. Nos encontramos con Hera, la madre interesada en aprovecharse del talento de su hijo, – al que antes había despreciado – y también a la madre que induce al hijo a defenderla de «los ataques de su esposo», convirtiéndolo en un aliado inconscientemente incondicional. Casi inevitablemente el hijo termina victimizado en este enfrentamiento, tal como le ocurrió a Hefesto. ¿Cómo podría un niño o un adolescente enfrentarse exitosamente a su padre? También puede ocurrir que el hombre, cautivo de un femenino poco evolucionado y lunar, no logre vincularse amorosa y exitosamente con las mujeres, ya que oscuramente siente que está traicionando a la madre. Es Marte el que blande la espada para cercenar de una vez por todas el cordón umbilical. En cuanto a Afrodita, la esposa infiel, podemos relacionarla con la mujer que permanece deshonestamente al lado de su esposo, intercambiando seguridad y bienestar económico por su cuerpo y su libertad. De hecho, Afrodita nunca desdeñó las joyas que Hefesto le ofrecía; por el contrario, cuando no le eran ofrendadas con la suficiente frecuencia, las reclamaba con descaro. Entonces ¿Venus sin Marte? Quedan sólo la voluptuosidad y el hedonismo, la vanalidad y el apego por la seguridad, los tortuosos manejos emocionales y una inmadurez emocional crónica. Cuando falta el valor, el héroe está ausente sin aviso de retorno.

Sirvan estas reflexiones para acceder a la afirmación de Alice Bayley de la regencia esotérica de Vulcano en Tauro: expresaría la unión alquímica, las Bodas Místicas de lo femenino y lo masculino –el Yin y el Yang– en el interior de cada individualidad, manifestándose externamente la capacidad de elaborar belleza y ser un co–creador, y simultáneamente disponer de la capacidad para fraguar y utilizar las armas adecuadas si fuera necesario. Como ya dijimos, Hefesto también ostenta importantes cualidades saturninas, que podemos resumir en su afán disciplinado, metódico y solitario La introyección cabal de la energía saturnina exige siempre, no sólo esfuerzo, sino también la maduración que sólo trae consigo el tiempo. Siempre es Saturno el que nos impele a trabajar, ardua, constante y disciplinadamente, para alcanzar la meta tan preciada: la construcción del propio eje, interior e inmutable, firme y flexible, que tan cabalmente representa nuestra columna vertebral. Un Saturno esencializado indica que una persona es lo suficientemente humilde y tesonera como para trabajar con sus proyecciones, de las que Carl Jung dijera: «…existen ciertos rasgos tozudamente resistentes al control moral, sobre los cuales por ende se muestra prácticamente imposible ejercer ningún influjo. Estas resistencias están por lo general estrechamente ligadas a proyecciones, que, en cuanto tales, no son reconocidas, y cuyo reconocimiento significa una empresa moral muy por encimas de las posibilidades comunes» (3) Cada vez que en Astrología se trabaja con un par polar (en este caso Marte – Venus) es fundamental analizar el mecanismo de proyección para poder concientizar a cual de los dos estamos «dejando afuera».

El siguiente es un párrafo del libro «Mujeres que corren con los lobos», en el que la doctora Pinkola Estés hace mención de Hefesto en su cuento «La doncella manca»: (Luego de ser arrojado del Olimpo por segunda vez) «…el lisiado Hefesto no se dio por vencido y se negó a morir. Encendió la hoguera más grande que jamás hubiera habido en su fragua y se hizo unas piernas de plata y oro de las rodillas para abajo (la versión más difundida dice que se hizo un par de muletas de oro). Forjó toda suerte de objetos mágicos y se convirtió en el dios del amor y de la restauración mística. Se podría decir que es el patrón de los objetos y de las personas que se desmembran, se rompen, se quiebran, se agrietan y se deforman.

Muestra un especial afecto por los que nacen tullidos y por aquellos cuyos corazones o sueños están rotos. A todos les aplica los remedios que forja en su prodigiosa fragua, reparando, por ejemplo, un corazón con venas de oro puro, fortaleciendo una extremidad lisiada con un revestimiento de plata y otorgándole la mágica capacidad de suplir las deficiencias provocadas por la lesión.
No es una simple casualidad que los tuertos, los cojos, los mancos y todos aquellos que sufren alguna deficiencia física hayan sido apreciados a lo largo del tiempo por su sabiduría especial. Su lesión o deficiencia los obliga, a una edad muy temprana, a entrar en ciertas partes de la psique normalmente reservadas a los muy ancianos. Y todos ellos se encuentran bajo la amorosa protección de Hefesto, el artesano de la psique.
Recibir unas manos de plata significa adquirir las habilidades de las manos espirituales, el toque curativo, la capacidad de ver en la oscuridad y la posesión de una poderosa sabiduría a través de la percepción física».

Vulcano representa el proceso de elaboración de la materia prima (Tierra, Tauro, el suelo de la Casa II), el opus alquímico, con fragua, yunque y martillo o con las delicadas herramientas del orfebre, hasta que dicha materia esté lo suficientemente refinada como para revelar el espíritu que la habita. Al nacer se nos adjudica un «trozo de tierra virgen y allí deberemos fraguar, cual orfebres, nuestra obra, mientras permanecemos sometidos al poder de Plutón y sus intensos «ardores» hasta que nuestra alma sea templada. Vulcano es uno de los guías del sagrado deber evolutivo del ser humano, enseñándole a emplear concientemente el fuego que alberga dentro de sí y que es idéntico al núcleo heliótico de la Tierra. Así el hombre se convierte en su propia obra de arte, en su manufactura divina, revelando en la oscura materia el fuego sagrado de los dioses, y de este modo, a su vez, se convierte en un iniciador y guía para los que aún están buscando. Así, lo que en los otros reinos es tan sólo asimilación o sacrificio, en el ser humano se convierte en donación.

Leonor Nietzschmann
Directora de Escuela de Astrología Zona Norte

* Los mitos se relatan en tiempo presente, ya que fueron, son y serán. Todo narran situaciones arquetípicas por las que el ser humano continúa transitando.

(1) Las cavernas suelen estar presentes en instancias iniciáticas, indicando que se ha producido el vuelco hacia la interioridad, la introspección profunda, la búsqueda de las razones ocultas, y que el individuo se ha apartado temporalmente del mundo.

(2) Roberto Calasso, Las bodas de Cadmo y Harmonía.

(3) Carl Jung, Aión.

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